miércoles, 21 de julio de 2021

LECCIONES DEL PASADO

 

Fotografía del autor

Las calles de hoy no son en blanco y negro. Aunque, en el fondo, nada ha cambiado.

Al igual que antaño, el frío es azul, y conserva fielmente la memoria del tránsito inmaterial de los silencios. Por contra, el calor es rojo. Rojo hasta fundir la pasión de detener el tiempo en la palma de la mano.

Los viejos daguerrotipos esconden el silencio y la pasión, esconden los colores que ciertamente estimulaban aquellas retinas, de la misma manera que hoy inundan nuestra percepción de matices que van desde lo sublime a lo execrable.

Al igual que antaño, de cuando en cuando, la soberbia se nos encoje al ver las calamidades que todavía somos incapaces de evitar. Aunque, en la forma, todo ha cambiado. Y en lugar de afrontar lo más trascendental al abrigo de una comunidad íntima, tenemos un amplio menú de atenciones a la carta, previo desembolso de una cantidad estipulada.

Desde esas calles en blanco y negro, no cabe duda, se escuchan remotamente sumarísimas lecciones.

Pero el signo de nuestro tiempo es vivir persiguiendo lo inalcanzable, para llegar finalmente exhaustos al mismo lugar al que arribaban nuestros antepasados, dejando derramados por el camino todos los matices que nos había regalado la vida.

Nadie parece escuchar lo que fue o, tal vez, sí.

De cuando en cuando, alguien se detiene y respira hondo. Mira a su alrededor y comprende que, precisamente porque nada importante ha cambiado, hay que proclamar cada historia a los cuatro vientos, insistentemente. Y descubre, perplejo, que algún día él mismo será ese antepasado atrapado por un daguerrotipo que otros observarán desde la paradoja de un hoy reconstituido.

De cuando en cuando alguien, como Ángel, escucha los colores que se escondían detrás de la imagen de aquella fotografía. Y a veces consigue que algo de lo que fue importante en algún momento de sus exiguas vidas pueda ser atrapado por la fría memoria de un azul cielo. Que algo de lo que fue apasionante en algún momento de sus frágiles vidas pueda verse de nuevo dibujado en el calor de nuestras miradas.

Las calles de hoy, negro sobre blanco, discurren a lo largo de este diario líquido sin vocación ejemplarizante. Porque, en el fondo, nada ha cambiado. Y, sin embargo, todo depende de los ojos que lo miren, aunque pasen treinta años.