Fotografía del autor
Nadie
diría que se puede llegar a conocer el porqué de las cosas
sumergido
en la obstinada
reverberación de una melodía. Y, sin embargo, no dejo de pensar al
escuchar la Missa
L'homme armé de
Josquin de Prez que ahí está el fundamento de algo importante.
Todas las voces, las diferentes voces, conviven armoniosamente para
crear una única bella polifonía.
Yo, de niño, coleccionaba un maravilloso álbum de cromos que se
llamaba así: El
porqué de las cosas.
La
fascinación que me producían aquellos cromos era solamente
comparable a la que experimentaba cuando estrenaba mis libros
escolares. Allí había un buen montón de respuestas a preguntas que
todavía ni siquiera me había planteado.
La
dialéctica infantil entre el cuestionamiento y el descubrimiento se
retroalimenta enérgicamente, pero no desde la perspectiva de una voz
solista; el ego todavía no ha creado una barrera entre el yo y la
realidad. Las infancias están conectadas al mundo íntimamente.
Forman parte de la polifonía de la vida.
Pero
esas niñas y esos niños que buscan respuestas no buscan certezas,
no las necesitan, porque su estado natural es de permanente
cuestionamiento, de
permanente excitación por disponer de un mundo por descubrir.
Viven cómodamente en la duda. Somos nosotros los que vamos
delimitando en su educación explicaciones acomodaticias ahormadas
en compartimentos estancos.
Ese
es el proceso por el cual vamos desconectándonos de la vida. Crece
el ego, como manifestación de una realidad única y aislada
sin escala de grises; lo blanco es blanco y lo negro es negro.
Irrumpen las manifestaciones de ese ego en forma de ruido,
agresividad, arrogancia,
falta de empatía, desprecio, sometimiento.
Es
curioso que en la naturaleza la polifonía solo se vea conmovida de
tanto en tanto por fenómenos excepcionales como truenos, erupciones,
estallido de meteoros en la atmósfera, terremotos. Todas
las
manifestaciones
de ruido están
ligadas a potenciales
catástrofes.
En
nuestra sociedad, el reino del ego nos ha sumido en una catástrofe
continua, en
una invocación tóxica a todo tipo de ruidos.
Pero
lo más curioso es que hemos desarrollado una aversión patológica a
la duda, lo cual nos empuja a abrazar cualquier tipo de dogma sin
cuestionarnos demasiado sobre su naturaleza.
En
fin, qué complicado es
todo esto.
Creía que escuchando a Josquin des Prez iba a comprender el porqué
de las cosas. Quizá solamente me sentía algo más conectado a algo
fundamental de la vida. Quizá
solamente quería ser una voz más en el coro. Lo cierto es que
siempre me he sentido cómodo en la duda. Será que cada vez
distingo peor la segregación entre las cosas y es que no existe, ni
hay que buscarlo, un solo porqué.
Aunque
para asimilar esto último, os recomiendo encarecidamente pasar de la
coral majestad de Josquin des Prez a una desconsolada voz solista de
Giovanni Legrenzi en su maravilloso Lumi
potete piangere. Todo
sea por abrazar la permanente
excitación de
disponer de todo
un
mundo por descubrir.