domingo, 11 de abril de 2021

EL PORQUÉ DE LAS COSAS

 

Fotografía del autor

Nadie diría que se puede llegar a conocer el porqué de las cosas sumergido en la obstinada reverberación de una melodía. Y, sin embargo, no dejo de pensar al escuchar la Missa L'homme armé de Josquin de Prez que ahí está el fundamento de algo importante. Todas las voces, las diferentes voces, conviven armoniosamente para crear una única bella polifonía.

Yo, de niño, coleccionaba un maravilloso álbum de cromos que se llamaba así: El porqué de las cosas. La fascinación que me producían aquellos cromos era solamente comparable a la que experimentaba cuando estrenaba mis libros escolares. Allí había un buen montón de respuestas a preguntas que todavía ni siquiera me había planteado.

La dialéctica infantil entre el cuestionamiento y el descubrimiento se retroalimenta enérgicamente, pero no desde la perspectiva de una voz solista; el ego todavía no ha creado una barrera entre el yo y la realidad. Las infancias están conectadas al mundo íntimamente. Forman parte de la polifonía de la vida.

Pero esas niñas y esos niños que buscan respuestas no buscan certezas, no las necesitan, porque su estado natural es de permanente cuestionamiento, de permanente excitación por disponer de un mundo por descubrir. Viven cómodamente en la duda. Somos nosotros los que vamos delimitando en su educación explicaciones acomodaticias ahormadas en compartimentos estancos.

Ese es el proceso por el cual vamos desconectándonos de la vida. Crece el ego, como manifestación de una realidad única y aislada sin escala de grises; lo blanco es blanco y lo negro es negro. Irrumpen las manifestaciones de ese ego en forma de ruido, agresividad, arrogancia, falta de empatía, desprecio, sometimiento.

Es curioso que en la naturaleza la polifonía solo se vea conmovida de tanto en tanto por fenómenos excepcionales como truenos, erupciones, estallido de meteoros en la atmósfera, terremotos. Todas las manifestaciones de ruido están ligadas a potenciales catástrofes.

En nuestra sociedad, el reino del ego nos ha sumido en una catástrofe continua, en una invocación tóxica a todo tipo de ruidos. Pero lo más curioso es que hemos desarrollado una aversión patológica a la duda, lo cual nos empuja a abrazar cualquier tipo de dogma sin cuestionarnos demasiado sobre su naturaleza.

En fin, qué complicado es todo esto. Creía que escuchando a Josquin des Prez iba a comprender el porqué de las cosas. Quizá solamente me sentía algo más conectado a algo fundamental de la vida. Quizá solamente quería ser una voz más en el coro. Lo cierto es que siempre me he sentido cómodo en la duda. Será que cada vez distingo peor la segregación entre las cosas y es que no existe, ni hay que buscarlo, un solo porqué.

Aunque para asimilar esto último, os recomiendo encarecidamente pasar de la coral majestad de Josquin des Prez a una desconsolada voz solista de Giovanni Legrenzi en su maravilloso Lumi potete piangere. Todo sea por abrazar la permanente excitación de disponer de todo un mundo por descubrir.