domingo, 1 de agosto de 2021

DESLEIR EL VACÍO

 

Fotografía: Museos de Terque

El reloj del campanario de Instinción ha dejado de medir el tiempo. Para dicha de todos los insomnes ha renunciado a tañer las horas noche y día. Seguramente sea un golpe de calor…

Es curioso cómo la ausencia del percutir nocturno de las horas ha definido un frondoso vacío en torno. Sabed que detrás de cada vacío se despeja la espesura hacia remotas manifestaciones de vida que habían quedado ocultas por el estruendo de lo evidente. Es algo parecido a lo que sucede con el concepto “España vacía”. Ay, si Jung levantara la cabeza.

“Si el inconsciente colectivo pudiera ser personificado […] no parecería una persona, sino más bien una especie de onda infinita, un océano de imágenes y de formas que emergen a la conciencia en ocasión de los sueños o de estados mentales anormales”.

Ahora que aquí ya no es rentable horadar la tierra en busca de metales, consumir la leña de miles de hectáreas de bosque, explotar a cientos de campesinos bajo un sol abrasador, sustraer las fuentes para apagar la sed de la industriosa masificación, ahora somos la España vacía. Y como está vacía, hay que llenarla de alguna manera rentable. Por ejemplo, con un sórdido mar de placas fotovoltaicas o con un despliegue de gigantescos molinos eólicos que asemejan un cadalso de cruces dispuestas a ejecutar una buena recua de disidentes.

Afortunadamente, cuando el estruendo enmudece, las manifestaciones de lo extraordinario afloran como una sutil emanación, como una líquida surgencia. Así se manifiesta la más valiosa materia prima que esconde nuestra tierra: la inteligencia.

“Sería un soñador de sueños seculares y gracias a su experiencia desmesurada, un oráculo de pronósticos incomparables. Porque habría vivido la vida del individuo, de la familia, de las tribus, de los pueblos un número considerable de veces y conocería —como un sentimiento viviente— el ritmo del devenir, de la expansión y de la decadencia”.

Si Carl-Gustav Jung levantara la cabeza, abrazaría con pasión la ferviente tarea de salvar la memoria de lo que fuimos para mantener con vida a ese pobre “soñador de sueños seculares”. Y esa industria, esa peculiar forma de minería solo es posible en aldeas pequeñas, ancianas, achacosas, orgullosas, como Terque. Pero como no tenemos a Carl-Gustav con nosotros para hacer posible cuatro milagros en uno, allí están Alejandro y sus contumaces co-laboradores para mantener viva la esperanza en cada sala y cada rincón de sus museos.

“No puedo sino llenarme del más profundo asombro y de la mayor veneración cuando me mantengo en silencio ante los abismos y las alturas de la naturaleza psíquica, mundo sin espacio que oculta una abundancia inconmensurable de imágenes amontonadas y condensadas orgánicamente durante los millones de años que hace que dura la evolución viviente. [...] Y estas imágenes no son sombras laxas, son condiciones psíquicas cuya acción es poderosa, que desconocemos, pero a las que no podemos privar de su potencia por mucho que las neguemos”.

Bendito vacío.