miércoles, 11 de agosto de 2021

EL BENEFICIO DE LA DUDA

 

Fotografía del autor

Digamos que uno ya ha llegado a una edad madura, que ha superado una larga etapa de inseguridades, de desaliño emocional e ideológico y, en definitiva, ha construido un sólido edificio de personalidad y convicciones inquebrantables. Es mucho decir, lo sé, pero seguidme el juego.

Pongamos, por contra, que la realidad que rodea a este individuo maduro está quebrándose o, aún peor, licuándose de modo que no hay nada que pueda retener, nada que permanezca inalterado. Los referentes ni son estables ni son compartidos por la comunidad, hasta el punto de que ha arraigado en el subconsciente un estado de alarma permanente que invita al sálvese quien pueda.

¿Cómo es posible mantener en esta situación una estabilidad emocional y social? ¿Cómo podemos sobrevivir en una formidable inundación de información si toda la que nos llega es un caldo emponzoñado? Y lo más importante: ¿Cómo desarrollar una existencia proactiva, serena, estimulante?

No estoy seguro de que sea posible. Pero, cuidado, mi duda no comporta el abandono de toda esperanza. Es más, la duda puede ser un buen instrumento para buscar en la rebotica lo que no muestra el escaparate. Porque, contrariamente a lo que se cree, lo que no se ve también existe.

Entremos, pues en la rebotica. A partir de ahora en lugar de jugar a “veo, veo” como si fuéramos niños, comenzaremos a jugar a “no veo, no veo”, como si fuéramos adolescentes que, con una desbordante inquietud, buscan lo desconocido, lo oculto.

No veo, no veo a millones de personas que plantan árboles en una lucha titánica por recuperar la fertilidad y la biodiversidad de cada rincón de la Tierra. Solo veo grandes incendios, sufrimiento, derrota. Y a todo el mundo dando la batalla por perdida.

No veo, no veo a miles de científicos, de intelectuales, de pensadores que buscan soluciones plausibles a los terribles retos que se avecinan. Seres extraordinarios que deberían ser una fuente de inspiración para todas nuestras hijas y todos nuestros hijos, mientras una parte del mundo llora por la marcha de un futbolista a otro equipo en el que la otra parte del mundo se abraza eufórica por la llegada del mismo interfecto.

No veo, no veo a millones de jóvenes que han decidido subirse a una bicicleta y atravesar las junglas urbanas, entre la amenaza de ser engullido y ser despreciado por los orgullosos propietarios de un pedazo de jaula de Faraday que, en lugar de aislar de los campos magnéticos, te aísla de toda señal de vida inteligente.

No veo, no veo a todas aquellas personas que luchan sin descanso para preservar el patrimonio comunal, el hogar de todo lo que es vida, de la especulación y la explotación privativa frente a los poderes que envuelven la destrucción en celofán de bonitos colores, de promesas de prosperidad generalizada, una prosperidad que promueve nuevas necesidades que cubrir hasta elevar la espiral del absurdo a lo más alto de un buen montón de basura que no desaparece debajo de las alfombras del reino.

No veo, no veo a millones de personas que se han privado de incluir en sus menús manjares pantagruélicos, mega proteicos, inasequibles para la mayoría, generadores de innumerables afecciones y de sobrexplotación de recursos sanitarios.

No veo, no veo el día en que todo el mundo se pregunte: si las cosas no van bien ¿por qué seguimos haciendo lo mismo? En lugar de eso, se acerca una era de carestía y de inflación global en la que lo poco que queda será el botín de los banqueros de la más rotunda miseria que se haya conocido.

Pero, entonces ¿cómo es posible mantener en esta situación una estabilidad emocional y social? ¿Cómo desarrollar una existencia proactiva, serena, estimulante?

No estoy seguro. Mi única fe es la duda, lo siento. Aunque la duda es, en realidad, lo que me mantiene vivo, porque ¿acaso no es también verosímil dudar de lo que parece una deriva inapelable? ¿Y si hay alguna manera de ver lo que hay en la rebotica? ¿Y si en la rebotica es posible reformular el futuro? ¿Y si han llegado ya a ella los verdaderos alquimistas que estábamos esperando? ¿Y si tú eres una de ellas, uno de ellos?