viernes, 11 de febrero de 2022

CREDO

 

Fotografía del autor

Yo también necesito mirarme por dentro. Dibujar con claridad los nuevos perfiles que delimitan mis fronteras. Restablecer las sinapsis que entretejían nuestras raíces: las vuestras con las mías. Armonizar la fe que me sustenta con la razón que me cuestiona. Y necesito formular mis creencias, sin pudor, para que pueda reconocerme en todo aquello que soy y que no soy, en todo lo que desearía ser. Creencias que nacen, conmueven, mutan, arraigan y dictan la suerte de nuestra identidad, como un mapa tan inexacto como útil.

No importa cómo me sienta, si estoy satisfecho o soy feliz, si me consume la desdicha o la fatiga. Creo en lo que creo y es mi camino...

Creo que la inteligencia besa cada mañana mis labios, delicadamente; para retornarme a la vida me desnuda de mi sueño. Me concede un nuevo yo que puedo ir descubriendo, si es mi deseo, durante un día. Y, creedme, es mi deseo hacerlo.

Creo que eso es la suerte.

Creo que ese yo que estreno cada mañana es una sofisticada creación digna de estima, de cuidados, de respeto, de admiración; digna de poner a prueba, de ser devuelta cada noche sin reservas, agotada, como en la infancia.

Creo que eso es la vida.

Creo en la cualidad de cada arrendatario y en la urgencia de crear vínculos que me permitan descubrir si el sabor del beso que nos despierta cada mañana es diferente, y degustarlo. Creo que al compartirlo reconocemos ser hijos de una misma madre. Que no venimos por tanto de la nada, ni a ella vamos.

Creo que eso es el amor.

Creo que los sueños son el don que nos obsequia el yo que abandonamos cada mañana. Durante el día se esconden torpemente en el almario. Como un hermano nos acompañan; como un hermano nos interpelan.

Creo que eso es la conciencia.

Creo en un único código universal llamado vida. Es un lenguaje que no quiero silenciar, que no temo, que no atesoro. Es un lenguaje imperfecto que se obstina cada día, tercamente en mejorar.

Creo que eso es la verdad

Creo en la estética del compromiso, en la ética de la cura, en la ascética de la unidad, como motores de una revolución paciente y divertida, una revolución poética.

Creo que eso es la paz.

Creo que puedo equivocarme y me concedo este derecho siempre que siga vivo el deseo de honrar a todas mis creencias con el tesoro de la duda.

Creo que eso es la tolerancia.

Nada me obliga a creer o descreer, es cierto. Como también puedo admitir que aquí no hay dioses ni se niegan. Y, aunque el mapa no es el camino, en él descanso el peso de mis días más ingrávidos. ¿Quién puede negar que en ello hay escondido algún tesoro? Y decidme, ¿cómo podría renunciar a seguir buscándolo?

Abrid el mapa, sin pudor. Haced crecer y crecer -para creer- lo sustancial, que es el tesoro.