jueves, 11 de noviembre de 2021

UN BON JOUR

 


A veces se hace difícil escribir. Parece que el torrente se ha agotado. Y ni siquiera consultando a los habituales oráculos aparece la inspiración.

Los problemas del mundo no caben en tan pocas palabras. Las despedidas definitivas encogen la voz. Qué puedo decir... Es inevitable sentir una severa intoxicación de impotencia.

El problema es que hay un buen número de amigos y de amigas a los que envío estas reflexiones tres veces al mes. Es una manera de decirles que sigo aquí, que no desfallezco, que me acuerdo de ellos. Porque guardar silencio, salir de la sala y apagar la luz no deja otra alternativa que la entrega de las armas.

No, no voy a entregar la pluma al enemigo. No importa que espere sus voces desde hace tiempo; leen lo que escribo para ellos y, a veces, incluso me envían algún comentario lleno de empatía, con cariño, con algo de melancolía también.

Están ahí, lo sé. Y, sin embargo, eso me hace especialmente vulnerable en un momento en que alguien que formaba parte de mi vida ya no está, se acaba de marchar, uno más... Es entonces cuando comprendes que el silencio prolongado va debilitando el hilo que nos une, va desvaneciendo la sensación de cercanía. Hasta borrar la posibilidad de un nosotros.

Puede que esto acabe pareciendo una brevísima oda a las oportunidades perdidas. No era mi intención. Tan solo pretendía detener el curso implacable del olvido. Porque hay pérdidas irreparables, sí. Pero noviembre es un mes amarrado fuertemente a la memoria y, aunque no pueda prometer la vida eterna, puedo prometer honrar el recuerdo de quienes se han marchado. Y puedo también, por qué no, seguir enviando a vuestro buzón de vez en cuando un saludo, o como diría un buen valón, un bon jour.