viernes, 1 de octubre de 2021

EPIDEMIA DE INDOLENCIA

 


No sé si es bueno o malo, pero lo cierto es que todas las mañanas comienzo escudriñando las noticias en la prensa digital. Me gustaba mucho más hojear el periódico, claro, con su olor a tinta y el caótico despliegue de papel sobre la mesa, a modo de retablo omnisciente. Pero las cabeceras que más me interesan ya no se publican en papel, y las que sí lo hacen no llegan a Instinción. Así que no hay más remedio que mudar de costumbres.

Me gusta saber qué ocurre y tratar de comprender el porqué. Os aseguro que no es fácil; sobre todo lo segundo. Hay demasiadas claves ocultas en todos los sucesos, procesos, fenómenos sociales. Claves que se ocultan deliberadamente y claves que por su complejidad son difíciles de contemplar. Desconfío por norma de todo aquel o toda aquella que pontifiquen sin rubor sobre lo que fuere. Los pontífices de la realidad, los sumos sacerdotes que lo saben todo adolecen del principio fundamental de la sabiduría: el querer saber. Pero su objetivo no es explicar la realidad, es evidente. Lo que pretenden es crear opinión, sustentar grupos de poder (eso que ahora llaman lobbies). Mientras tanto un pequeño blog llamado Instinción Rebelión, la aldea gala en pleno imperio, sigue su singladura edificando el estado soberano de la duda.

No es lo único en lo que esta bitácora va a contra corriente. Me explico.

Otros fenómenos generalizados que infectan la información diaria son la banalización del dolor y la creación de un sentimiento generalizado de impotencia. El dolor repetido hasta la extenuación, efectivamente agota la capacidad de conmoverse, de afectarnos. El dolor ajeno repetido y repetido ya no duele: nos hace indolentes. Por otro lado, la monstruosa magnitud del mal que ocupa todo el orbe informativo nos vence y nos convence de que nada podemos hacer frente a ello. Nos invita a ocuparnos de nuestro pequeño reino privado que ofrece un sinfín de satisfacciones por un módico precio -o no tan módico-, el reino del hedonismo consumista, del individualismo insolidario: el reino de la indolencia. Mientras tanto un pequeño blog llamado Instinción Rebelión, la aldea gala en pleno imperio, habla de personas que hacen cosas extraordinarias, que actúan sin afán de protagonismo, tejiendo una red de ilimitadas posibilidades.

Probablemente sea tarde para dar solución a algunos problemas, incluso para atenuarlos en el mejor de los casos. Soy consciente de ello. Y, sin embargo, todas las mañanas busco entre las informaciones de actualidad algo que mueva a la esperanza, algo que cambie el paso. A estas alturas no sé si es bueno o malo. Pero me gusta saber si ocurre y, sobre todo, cómo ocurre. Y no es frecuente, aunque sí es relevante compartir con urgencia claves que son concluyentes y que son innovadoras (eso que llaman ahora disruptivas).

Sin pontificar, si es posible...