sábado, 11 de septiembre de 2021

ASIMETRÍAS

 

Fotografía del autor

Podría deciros que he admirado a unos cuantos maestros, a muchos de ellos no tuve la suerte de conocerlos personalmente. Podría decir que voy aprendiendo a plantearme las preguntas oportunas a cada circunstancia y cada momento. Que he cultivado con mayor o menor destreza semillas de concordia de enraizamiento profundo. Que vengo observado atentamente mi propio devenir como un testigo cercano de lealtad insobornable.

Ahora, por fortuna, no me resulta tan difícil reconocerme como parte de una tribu, aquella que me ha ido acogiendo desde que aprendí a hablar con la voz muy baja, susurrando, a través de páginas descoloridas. A esta tribu pertenecen seres tan extraordinarios como Salvador Pániker, de quien he tomado prestado, por cierto, el título de una de sus obras. Se trata de la recapitulación de un corpus de pensamiento tan brillante como atractivo: Asimetrías.

Las asimetrías conceden una belleza incontrovertible. Dibujan un perfil de asombro cotidiano por la desemejanza, por la sinceridad, por el alma sublime y profunda. Las asimetrías debilitan de manera contundente el paradigma de homogeneización global. Por eso las tribus deben ser asimétricas, tanto como el cambalache de aire que respiran al compartir, que comparten al respirar.

No hay tiempo que perder. De las tribus castradoras nunca advertiremos lo suficiente. De los que nadan en excremento y son incapaces de apreciar un aroma sutil. De los que acaban abocando toda su gloriosa mierda salvapatrias en un infecundo estercolero maloliente. Simétricos, uniformados, obedientes, sumisos, venales, homicidas.

Necesitamos con urgencia que la juventud sea un pantano de asimetrías. Que cada individuo sienta íntimamente la pertenencia a algo hermoso, la propiedad de una identidad inviolable, la ternura de un aliento amigo. Necesitamos tribus valientes para dar cobijo a la infancia. Que ensayen cada mañana la melodía de un nacimiento tan incierto como excitante. Que hagan de los frutos del pensamiento universal alimento y lumbre, confortable hogar. Que abracen con pasión el tiempo que nos ha tocado y bailen con él hasta seducirlo de madrugada.

Sí, es la magnitud de la diferencia, de la imperfección, de la fragilidad, de la vulnerabilidad lo que refleja con malicia nuestro espejo. Pero nada de eso debe instalarnos en el miedo, ni en la ignorancia de todo aquello que no es tan evidente.

Dejad pues que cumplimenten convenientemente sus ritos. Dejad que crezcan sanos y fuertes, por el bien de todos aquellos que han de ingresar en su linaje. Dejad que acomoden en su seno también a los indecisos o los antagonistas. Hay lumbre para calentarnos juntos. Hay pan y paz para todos. Dejad que su nombre pertenezca quizá en un futuro a algún paraje singular, tal vez un bosque.