martes, 1 de junio de 2021

AGUJEROS NEGROS

 

Fotografía Juan F. Herrezuelo

Cada vez tengo más claro que algún día tendremos que modificar los mapas. Sí, esos que llamamos mapas políticos y que trazan líneas divisorias siguiendo criterios que solo obedecen a repartos de poder… Aquí mando yo y aquí mandas tú. Listo. Yo mando en el río aquí arriba y, por tanto, hago lo que me parezca. Da igual que las aguas entren limpias en mi coto y salgan sucias. Y mando también en el aire, porque está encima de este suelo que piso y que me pertenece. Da igual que el viento traiga a mis cielos aire limpio y después salga de aquí cargado de tóxicos hacia otra parte.

Hay que ver lo que nos cuesta entender las cosas. Entender, por ejemplo, que donde hay fronteras lo único que se define es un procedimiento de estabulación y explotación, incluidas las personas. Y qué decir de los centros de poder. No hace falta que sean muy grandes. Cualquier capital de provincia se siente propietaria del territorio que administra. Cualquier ciudad cree que su tamaño contiene la cualidad de poder extender su modelo de convivencia y producción a todo el entorno.

Y así viene sucediendo que el clásico dominguero urbanita asalta cada fin de semana el espacio rural “despoblado” para hacernos el favor de compartir con nosotros su exitosa existencia. Con ellos llegan el ruido, el caos, la deshumanización, el desprecio, la suciedad, el abuso, el despilfarro… Venga, vamos a poner una piscina en el cortijo, que aquí el agua es barata. ¿El coche? En la puerta de casa. Si a alguno de estos les molesta, ya llamarán. Y además, qué demonios, ¿no es fiesta? A quién le va a molestar que estemos con la música a tope hasta las dos o las tres de la mañana.

Antes dejabas la bicicleta en la puerta de la tienda y sabías que nadie se la iba a llevar. Antes sabías que todo el mundo respondería a tu “buenos días”. Y eso que había mucha más gente en el pueblo. Ahora hace falta policía, leyes severas y castigos proporcionados contra los infractores. ¿Hasta dónde ha de llegar esa espiral? Es un gasto de energía insoportable.

Supongo que los aldeanos tenemos el derecho a disfrutar de ciertas cosas o habrá que reivindicarlos. Por el camino que lleva esta deriva quizá haya que dejarlos por escrito y buscar una autoridad capaz de hacerlos respetar. Es triste. Tan triste como que eso que se nos está sustrayendo no es otra cosa que el silencio, el respeto, la amabilidad, la pulcritud, la calma, los ritmos circadianos, la memoria… Claro que no todo era perfecto en los pueblos, pero navegábamos en una imperfección más tolerable.

No sé si es acertado llamarnos la España vaciada. Da la impresión de que aquí no queda nada útil y que es urgente llenarlo de todo eso que tenéis en las ciudades, pero nada más lejos de la realidad.

Yo que vosotros, urbanitas, borraría vuestra estúpida cartografía política y me dejaría invadir pacíficamente por lo que esconden vuestras fronteras. Porque más allá de la ciudad el único vacío que se percibe es el de ese agujero negro llamado ciudad que no deja de absorber todo lo que le rodea.