martes, 11 de mayo de 2021

ALUMBRAR UNA ELECCIÓN

 

Fotografía de José Antonio López Salvador

La verdad solo echa raíces en la fragilidad de los más inhóspitos tremedales.

La verdad es un sombrero viejo, un sombrero pasado de moda que ya nadie coloca sobre su cabeza.

La verdad es todo eso que jamás llegaron a explicarte, que nunca llegaste a comprender por ti misma. Porque se inventaba a cada paso. Porque si caminabas hacia atrás, todo se transformaba de manera emocionante, porque si mirabas la habitación cabeza abajo, nacía un mundo nuevo.

La verdad es una criatura inmadura que camina siempre con pasos inseguros, que necesita apoyarse en alguien, en algo, para levantarse con firmeza. Y a la postre, cuando crees que la sustentas, camina alrededor de ti, desafiando a la desmemoria, marcha atrás, hasta destejer la madeja que te oprime, hasta dejarse caer cabeza abajo, con los ojos cerrados y el corazón palpitante, con la excitación de saberse irrenunciable.

No es el sombrero lo que importa, es lo que ocurre en tu cabeza al cubrirte. No son los pasos inseguros lo que debes observar, es la sonrisa. No es el terreno pantanoso lo determinante, sino el ímpetu de las raíces por abrazarlo.

Todo lo demás son contingencias.

Lo sé, no es evidente. Casi siempre lo importante no es lo evidente. Pero podemos elegir, Carmen. Podemos colocar nuestras cabezas bajo el sombrero de la verdad de vez en cuando, para observar pacientemente, por ejemplo, la manera en que un inapelable brote de salud guía nuestros pasos inseguros hacia el cálido abrazo de una sonrisa.

Definitivamente, podemos elegir qué es lo importante, y eso haremos. Podemos desafiar a la desmemoria, y así obraremos. Debemos reconocernos irrenunciables, sin más. Con los ojos cerrados, por la emoción, y el corazón palpitante.