jueves, 11 de marzo de 2021

ELLAS

 



Fotografía del autor

Desde Instinción se puede hablar con autoridad de la mujer, porque la identidad de este pueblo es rotundamente ying -Yingstinción-. Es agradable sentir esa energía y permitirle recargar, por ejemplo, este maltrecho almacén de huesos y ansiedades que me sustenta. Y nada mejor que un día de lluvia para contravenir las prisas, moderar los excesos, calcular las porciones, amasar contingencias, adorar la ubicuidad, reconvenir a indolentes.

No es necesario buscar la verdad en un día así, os lo aseguro, porque se aspira delicadamente con el aroma a tierra mojada. Y la tierra mojada desprende, a su vez, ese irresistible perfume de fertilidad que define perfectamente el camino a seguir para cualquier hombre de fe: amar, adorar a la madre, contribuir con ella a mantener en perfecto estado de revista el hogar que compartimos.

Y en este amplio y generoso hogar que compartimos todos los habitantes del valle, si os fijáis con un poco de detalle, hallaréis todos los ingredientes precisos para devolverle la vida que tuvo y que ha de regresar: trapos al sol, flores en las ventanas, pan recién cocido, acequias bulliciosas, polinizadores revoloteando, aves entre nidos y ramas, sudor en las camisas, escuelas abiertas, fuentes y más fuentes…

Todo es un engranaje hermosamente imperfecto, capaz de restañar sus propias heridas, capaz de cultivar todo tipo de combinaciones sin involucionar, con laboriosas células que trabajan por su bienestar día y noche.

Sí, todavía es posible reconstituir la vida en este concierto de pueblos perdidos entre una tradición que declina y una modernidad que empuja con rabia. Es posible, sí, pero solo si contravenimos con elegancia las prisas, moderamos con precisión los excesos, calculamos con entrega las porciones, amasamos infatigables las contingencias, adoramos complacientes la ubicuidad, reconvenimos desde la serenidad a indolentes.

Puede que haya muchos rincones por adecentar, pero para eso estamos, ¿no? Por fortuna nos acompañan células inagotables embebidas en una sopa de ilusión perpetua, contagiosa; mujeres como, por ejemplo, Ángeles, Isabel, Mercedes o María Salud, desde su baluarte en Laujar. Justo es ya que nos reconozcamos deudores y admiradores de ellas como de tantas otras. Palabra de hombre.