sábado, 11 de abril de 2020

INSTINCIÓN




Foto: Miguel Ángel González Carrillo




Contra todo pronóstico, hoy también ha salido el sol. El aire promete limpios y acrobáticos vuelos de aves que casi nunca conozco (soy hombre de ciudad). En las puertas de las tiendas, las vecinas y vecinos de Instinción guardan cola y distancia de seguridad, custodiando celosamente la venerable costumbre de una conversación matinal, a través de mascarillas. Parece que todo sigue igual.

Y sin embargo, todo ha cambiado. En estos días de confinamiento el sol ha sido esquivo. La lluvia, extrañamente generosa, ha regado los árboles que plantamos durante el último invierno. Álamos, madroños, encinas, algarrobos, acebuches, etc. están enraizando, como yo, en un suelo tibio y mineral.

La carretera conduce a ninguna parte. Creo que adolece de una cierta somnolencia. Los parques reclaman sin fortuna las risas de unos niños que vuelan cometas desde los terrados de algunas casas.

No importa el día de la semana. Los números del calendario juegan insolentes a confundirnos. El claxon del pescadero proclama su soberanía indiscutible entre las calles. Mi gata Dorotea busca el calor en las ventanas y encuentra sobresaltos intermitentes; claros y nubes, aves y vuelos.

En este instante me viene a la memoria la pregunta que, a poco de instalarnos en este extraordinario enclave de la Alpujarra, me hizo mi joven amigo Mateo: ¿Y si Instinción fuera una extinción? La lógica infantil desafía cualquier paradigma, cualquier tribulación. Pero la respuesta para alguien como yo, enamorado de un futuro iniciático, reversible y poético, no podía ser otra: ¿Y si fuera todo lo contrario?

Todo ha cambiado, sí, habrá que reinventarse. Nada que no hayan vivido ya estos pueblos, que llevan una centuria viendo morir viejos mundos, con sus costumbres, sus paisajes, sus gentes. Aquí hace ya tiempo que nada es igual y, sin embargo, la vida se empecina en seguir adelante.

Quizá esta capacidad de resistir nos sirva ahora de inspiración. Quizá la forma de reinventarse está naciendo lejos de las ciudades, de las universidades, de los polígonos industriales, de los centros logísticos, de las grandes fortunas, de las redes electrosociales, de la extravagancia de lo exótico, de la indolencia de los desheredados.

¿Y si Instinción fuera lo contrario?…